Thriller de acción sobre un cartel de la droga. Un narcotraficante escapa de la justicia y se refugia en México, pero la policía de un pequeño pueblo fronterizo y la torpeza de sus hombres ponen en peligro su libertad. critica: Uno de los más peligrosos narcotraficantes custodiado por el FBI logra zafarse de la seguridad durante un traslado a prisión, gracias a una impecable operación de su organización criminal. Su objetivo es huir a México, pero para ello deberá atravesar un pequeño y apacible pueblo, Sommerton. Hasta aquí todo parece salir sobre ruedas (nunca mejor dicho, ya que ese tramo es todo adrenalina automovilística) para Gabriel Cortez (Eduardo Noriega), pero no contaba con que el Sheriff de aquel lugar fuese Ray Owens (Arnold Schwarzenegger), un experimentado policía que tras una larga y ajetreada vida al servicio de la Ley en Los Ángeles, decidió pasarse a un puesto más tranquilo, como el que disfruta en esta apartada localidad fronteriza. Ahí es donde la película se convierte en el particular “Río Bravo” (1959) de Arnie, compartiendo el argumento de un Sheriff que deberá plantar cara a una amenaza que le supera en fuerza y número de hombres. El último desafío Vuelve Arnold Schwarzenegger (“Depredador“, 1987) y qué mejor manera de hacerlo que con un producto especialmente ajustado a su medida. Allá donde no puede llegar con sus 65 años, alcanzan sus compañeros de reparto, que se convierten en un apoyo muy efectivo. Casi todos ellos interpretan roles con alguna particularidad que hará que esbocemos un sonrisa, pero sin duda es Luis Guzmán (“Punch-Drunk Love“, 2002) en otra de sus brillantes apariciones, quien llena de carisma la pantalla con un personaje tan rocambolesco como campechano —de esos que producen empatía—, encabezando lo más llamativo de unos secundarios conscientes de que la auténtica estrella es Arnie, que aquí está inconmensurable moviéndose como nadie sobre el terreno que mejor conoce. A Eduardo Noriega (“Blackthorn“, 2011) lo encuentro simplemente correcto. Su personaje me da igual: no me cuenta más que otros quemados estereotipos para esta clase de roles, y pienso que cualquier otro actor podría haber hecho el mismo trabajo, discreto y cumplidor. Probablemente esto sea por lo que ya he comentado: que todo está calculado para que brille Schwarzenegger, y quizá por ello la realización no quiso dibujar un villano tan oscuro y poderoso que pudiera hacerle demasiada sombra al protagonista. Eso, o es que el trabajo de Noriega es así de frío. Muy por encima de éste, me quedo con Forest Whitaker y su buena ejecución del rol de director de operaciones del FBI, muy enérgico, seguro y por tanto, convincente, un tipo de papel que no le es desconocido (véase “Última llamada“, 2002). “The Last Stand” te acompaña durante todo su entretenidísimo metraje con un fluido y trepidante despliegue de acción en el que no se repara en medios, y que seguro hace las delicias de los aficionados a las buenas escenas de persecuciones y tiroteos. Sabe manejar su clímax, dejando lo mejor para el segundo tramo de la cinta y manteniéndonos activos con deliciosas pizcas de buen humor que en muchas ocasiones parodian intencionadamente el género en el que se incluye este film. Las influencias del western se evidencian hasta hacer de esta cinta una especie de western contemporáneo. La película, nada pretenciosa, divierte, engancha y deja buen cuerpo. Kim Ji-woon (“El bueno, el malo y el raro“, 2008) hace que todas las piezas encajen para que la maquinaria funcione, sin dejar cabos sueltos y ofreciendo un producto vertiginoso, desenfadado, directo y muy consciente de lo que es. Quien pretenda buscar aquí grandes enigmas sobre la vida y la muerte o un recital shakespeariano, que dé media vuelta y vuelva cuando quiera divertirse con el desenfado de una cinta que, si bien no derrocha originalidad (al menos en lo que a las escenas de acción se refiere) y tiene presentes multitud de clichés, demuestra que sabe luchar contra los prejuicios terminando una película fresca y con sello propio. Cuando un “más de lo mismo” puede ser mejor y, aunque suene paradójico, distinto. El último desafío
Katie (Julianne Hough) es una bella joven con un oscuro pasado que llega a la pequeña localidad costera de Southport, Carolina del Norte. Allí conocerá al apuesto Alex (Josh Duhamel), un joven viudo de buen corazón, y a una viuda que la enseñará a enfrentarse a las pesadillas secretas que la acechan... Adaptación de una nueva novela de Nicholas Sparks. Un lugar donde refugiarse criticca: Mirad, ni me apetece mirar los nombres de los actores ni del director ni nada. Ésta será una crítica vaga pero, ante todo, honesta. La prota huye de su pasado frenéticamente al comienzo de la película, la vemos correr por una estación de autobús mientras le persigue la policía. Me siento afortunado: me he equivocado de película y he entrado a ver un intenso thriller hollywoodiense. Un lugar donde refugiarse Un lugar donde refugiarse Pero no, porque pasada esta persecución la protagonista llega a un pueblacho de mala muerte. Donde un viudo ridículamente guapo lleva una tienda. Tiene dos niños: por supuesto que son monísimos (una niña pequeña encantadora y un niño algo más mayor en una etapa difícil) y por supuesto que uno de ellos acepta los nuevos ligoteos de su viejo y el otro no. Un lugar donde refugiarse No me adelanto, primero queremos ver a gente bochornosamente guapa ligando como si fueran doceañeros y no depredadores sexuales. La protagonista, que huye de su pasado (cuánto daño ha hecho Kate de Perdidos) debe tomar la dura decisión de si se enamorará perdidamente del único hombre brutalmente atractivo de la aldea que además posee una tienda a su nombre. Él ya ha decidido si se enamorará perdidamente o no. Él es bueno, torpe y bobalicón. Ella va de misteriosa. Un lugar donde refugiarse Comienza una cadena de sucesos complejos, como que se van a la playa o como cuando cogen las canoas y llueve y ríen desafían al mundo desde su brutal belleza. Ella, que llega con lo puesto, ha podido meter en su mochila el mayor repertorio de pantalones cortos de la historia del séptimo arte. Me sorprende que no pueda disfrutar ni de unas piernas bonitas ni de nada; una losa de “asexualidad” pesa sobre toda la película. Recuerdo que no me quieren entretener a mí, un pobre cinéfilo de a pie. Me pregunto qué complicados mecanismos han empleado para que no podamos ni disfrutar de eso. Ella es bonita y luce piernas, pero es lo mismo que sucede con las revistas femeninas: salen chicas guapas, preciosas, pero hay un bloqueo que impide que los varones heterosexuales nos excitemos lo más mínimo, cierta aura de manufacturación, de mujeres recién salidas de la factoría. Es interesante. Sabéis que no soy nada amigo de la nostalgia, pero echo de menos más que nunca a Edwige Fenech, a Florinda Bolkan, a Carroll Baker, a Suzy Kendall, … ¿Qué fue de la sensualidad? Vale, no soy público objetivo. Un lugar donde refugiarse Como no soy público objetivo, tengo un truco para saber si estas películas os pueden gustar a vosotras. Si me siento empachado y con ganas de no comer dulce en mi vida, si bajo la vista hacia mis zapatillas ante frases “profundas” sobre el amor que me sonrojan, es que os va a gustar. Buenos días, princesas, no siento nada de eso: la película es inocua, neutra. No despierta ningún sentimiento. Técnicamente no tiene nada demasiado reprochable y el maligno pasado de la protagonista nos proporciona una actuación decente. Es todo lo bueno que puedo decir. Llama particularmente la atención que tarden una hora de película en besarse y una hora diez en irse a la cama (como veis, llevaba con precisión el minutaje de la película) en una secuencia nada excitante, en la que el sexo se nos muestra como algo etéreo, bello y manufacturado. Lamento el spoiler. Si eso os ha parecido un spoiler, largo. Un lugar donde refugiarse Os adelanto que hay final sorpresa y hubo risas contenidas entre los críticos. La mía no, yo me reí directamente y continué con mi vida y me fui a casa y os escribí esto desde la honestidad: no hay nada que ver en esta película. Un lugar donde refugiarse
Una brigada de policía que trabaja en los peligrosos barrios del norte de Marsella, donde el nivel de delincuencia es más alto que en cualquier otro lugar de Francia. critica: Interesante película francesa sobre las dificultades del trabajo policial en una ciudad como Marsella, con barrios enteros en poder de las mafias de la droga, principalmente formadas por emigrantes, algunos de segunda generación, ya nacidos en Francia y cuya integración ha sido nula. BAC Nord: Brigada de Investigación Criminal Poner el foco en la acción y en los protagonistas principales (magníficos Gilles Lellouche, Civil y Leklou) despoja a la película de la parte más espinosa, la social, con muy poco recorrido en lo que se refiere al tema mollar, el de la desafección a la integración que muestran esos colectivos, su falta de respeto por lo que son y por el país en el que viven, formando pequeñas sociedades marginales dentro de un país tan ecléctico como es Francia. Se centra más en la dinámica de los policías, con escenas de acción muy bien logradas, sus dramas personales y vitales. Nos quedamos, por ejemplo, con muchas más ganas de Adèle Exarchopoulos, magnífica actriz pero que aquí apenas tiene peso en la historia y cuya participación es muy limitada. En la línea de la también francesa LOS MISERABLES, reciente y fresca en la memoria, no aguanta la comparación en cuanto a realismo y crítica de unos valores que cierta juventud francesa puede tomar como propios. La película, eso sí, ni aburre ni defrauda. BAC Nord: Brigada de Investigación Criminal
Basada en el libro "The Snowden files. The inside story of the world's most wanted man" escrito por Luke Harding, y en un libro escrito por Anatoly Kucherena, el abogado ruso de Edward Snowden. Narra los acontecimientos que acompañaron la publicación por parte del diario The Guardian de los documentos clasificados que aportó Edward Snowden sobre el programa de vigilancia mundial secreto de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) en 2013. critica: ¿Puede un hombre desafiar a todo un imperio? ¿Una sola persona es capaz de sacar a la luz las vergüenzas de la teóricamente mayor democracia del planeta? Dos preguntas que tienen respuesta. Un rotundo sí. Y ese hombre se llama Edward Snowden. Snowden El mejor Oliver Stone, el del cine política, ha vuelto. Y lo ha hecho de la mano de un reparto impresionante con Joseph Gordon-Levitt como protagonista. Este elenco de intérpretes tiene la mitad de la culpa del éxito de la cinta. La otra mitad del triunfo radica en el propio Stone. Si bien es inevitable quitarse de encima ese tufillo progresista que invaden últimamente sus trabajos, hay que reconocer que es un verdadero maestro narrando este tipo de películas. Filmes donde nos cuenta esa parte de la historia americana más reciente que no quieren los "poderosos" que se sepa. Un cine muy necesario y que, como en esta ocasión y recordando JFK, Un domingo cualquiera, Platoon o Nacido el cuatro de julio, consigue remover y cabrear. Snowden, de Oliver Stone, puede tener errores (y los tiene) en todo su metraje. Desde la tendencia en algunos diálogos, su duración o que a veces pueda parecer caótica. Pero lo importante no es cómo cuenta la historia de este exmiembro de la NSA, sino el qué. Lo que nos está contando, que es algo que da más miedo que cualquier película de zombies o fantasmas, porque es la vida misma, nuestra intimidad y la de la gente que queremos, totalmente violada y vendida en nombre de la seguridad nacional. Lo que Snowden revela a The Guardian y posteriormente recogen otros medios como The Washington Post es que el FBI y la NSA han recabado datos de Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, PalTalk, AOL, Skype, YouTube y Apple. Conversaciones, llamadas y mensajes privados de millones de personas. La intimidad y la privacidad, derechos fundamentales de todo individuo que vuelan por los aires. Plataformas que de la noche a la mañana se han convertido en una droga de la que no se puede salir. A día de hoy, quién entiende la vida sin la utilización de algunas de estas aplicaciones que solo pueden utilizarse si uno pasa por el aro de sus condiciones. Es eso lo que Oliver Stone, basándose en el libro de Luke Harding, nos plantea en poco más de dos horas de película. El mejor Stone ha vuelto, dejando a un lado sus ramalazos tendenciosos que con la edad es imposible quitárselos. En esta ocasión le disculpamos porque lo que nos transmite es mucho más valioso. Más datos sobre esta y otras películas en el blog: http://argoderse.blogspot.com.es/ Y en Facebook: https://www.facebook.com/argodersecine Snowden
Alana Kane y Gary Valentine se conocen, pasan el tiempo juntos y acaban enamorándose en el Valle de San Fernando en 1973. critica: Chico conoce chica. Y ya está. De eso trata Licorice pizza. De primeras podría parecer un argumento demasiado manido, visto ya mil veces, demasiado simple... Y lo es, pero en la nueva película de Paul Thomas Anderson lo importante no es el argumento, la trama, lo que cuenta, sino la suma de tres puntos: la manera de contarlo, la época que se retrata y el espacio en el que transcurre. Licorice Pizza 1973 en el valle de San Fernando. Gary se prepara para la foto del anuario de su instituto y allí conoce a la ayudante del fotógrafo, Alana, casi diez años mayor que él. Muy seguro de sí mismo, se viene arriba y decide invitarla al bar al que él suele ir. Tras un sonoro e instantáneo rechazo, sorpresa. ella acude a la cita. Licorice pizza sigue cómo esta relación tiene lugar por parte de dos jóvenes en plena adolescencia: él estrenándola y ella resistiéndose a abandonarla. Una chica que no quiere madurar y un chico que quiere ser mayor. Es innegable que el carisma, la chispa y la vitalidad del dúo protagonista bien podrían sostener las más de dos horas de metraje, pero no estamos hablando de una comedia romántica al uso. El Qué, se ve alzado y desarrollado a su máxima expresión gracias al Cuándo, al Dónde, y sobre todo, al Cómo. Tras Boogie nights y Puro vicio, es la tercera vez que Paul Thomas Anderson retrata los años 70 y en esta ocasión sublima la representación de la época. En Boogie nights quiso abordar el funcionamiento de toda una industria a través de un actor porno y su séquito. La majestuosidad de su puesta en escena, la ambición de aquella, su exitosa segunda película, y todo el contenido de su trama rocambolesca resultaron en una obra de una consistencia y potencia sorprendentes. Se presentaba al gran público el Anderson cartógrafo, el pupilo de Altman que construía y a la vez limitaba el patio en el que la acción transcurría, en el que los personajes se entrecruzaban y, a partir de estos encuentros, el relato avanzaba. Eso sí, el problema de los atlas es que pasan por alto el detalle. Los Ángeles aparece en todos los mapamundi, pero para las esquinas en la que los comercios quiebran y vuelven a abrir se necesita un mapa mejor adaptado. Abarcar menos y apretar más. En Licorice pizza Anderson nos convierte en exploradores de un terreno que él ya conoce. Nos permite captar toda la ciudad y la época gracias a la precisión con la que agarra la cámara y la pluma, digna del Cassavetes de Minnie & Moskowitz. Esta vez, el espacio se crea a partir de los recorridos de los personajes. Si bien, estos periplos parecen modestos, los lugares y personajes con los que coinciden provocan una expansión del marco espacial en la mente del espectador y hacen que captemos toda la esencia de Los Ángeles a través de las vivencias de los dos jóvenes. Licorice pizza, la pizza de regaliz eran los LP en el argot, según el propio Anderson, símbolo inequívoco de su infancia. Si el Combray de Proust emergía de una magdalena que caía en el té, Los Ángeles de Anderson salen de un vinilo que da vueltas y cuya banda sonora acompaña toda la película. Si bien hay una creencia por la que el mejor montaje cinematográfico es aquel que apenas se nota, en Licorice pizza la virtuosidad del cineasta hace que su dirección pase desapercibida, lo que no significa que sea inapreciable. Esto es debido a la ligereza de la que dota cada instante sacado de las anécdotas de Gary Goetzman, productor de cine, Además, logra transmitir al público una sensación de eterna juventud y despreocupación en cada movimiento, como si la cámara flotase y por lo tanto nuestra mirada de espectador se volviera liviana, como si el movimiento grácil, las muecas socarronas y las miradas pillas de los protagonistas fuesen contagiosas pese a la barrera de la pantalla. Licorice Pizza
En 1979, un grupo de jóvenes cineastas se propusieron hacer una película para adultos en la zona rural de Texas, pero cuando sus anfitriones solitarios y ancianos los atrapan en el acto, el elenco pronto se encuentra en una lucha desesperada por sus vidas....X Critica: A menudo, una película te dice lo que es con su primer plano. Hereditary lo hace. It follows, por poner más ejemplos recientes sacados del mismo género, también. El primer plano de X entra en el mismo saco. Un plano fijo que mira desde el interior hacia el exterior, con el umbral enmarcando la escena en un deliberado aspect cuadrado, similar al 4:3 de los televisores antiguos. Este umbral, desde Ford en "Centauros del desierto" hasta el día de hoy, es utilizado para marcar el límite entre dos mundos, y aquí el simbolismo es parecido. Realidad y ficción, presente y pasado. En cuanto hay movimiento, los mecanismos de Ti West se ponen en marcha. Con un parsimonioso zoom, la cámara nos hace atravesarlo, y la invitación queda clara: recreemos una época que ya no volverá. X se sitúa por encima de la gran mayoría de slashers dándole algo de profundidad temática a la historia. Establece una oportuna conexión entre la frustración sexual y la violencia. El sexo, en el mundo de West, es patrimonio de la juventud. X utiliza el género para retratar el rechazo social a lo decrépito y, en la misma medida, el anhelo por lo que fue y nunca más será. Lo bello y lo viejo se sitúan en extremos opuestos, por lo que no es casualidad que Maxine y Pearl estén interpretadas por la misma actriz. Cuaja con menos consistencia, eso sí, utilizar el fundamentalismo religioso como motivación y trasfondo. Que yo siempre a favor de meterle caña a este tipo de discursos, pero en este contexto, creo que es echarle ingredientes de más a una receta que no los necesita. Sí que funciona, y bastante bien, la descripción de sus villanos, empática y mucho más sugestiva que la de sus "héroes", que deja bastante que desear. La tristeza de Pearl y el amor que ella y Howard se profesan nos regalan momentos de sorprendente y refrescante ternura. Al menos, durante la primera mitad..... X